¿Por qué estás leyendo esto?

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Hola, una pregunta antes de empezar, ¿qué onda vos aquí? O sea, en serio, ¿cómo terminaste leyendo esta nota? ¿Viste mi video y ya con eso te basta para regalarme minutos valiosos de tu vida? Qué tal si antes de seguir leyendo te respondes esta extraña pregunta, ¿por qué voy a leerla?

Vivimos en un mundo súper acelerado donde ya ni sabemos por qué ni para qué hacemos lo que hacemos, lo único que sabemos es que siempre estamos apurados, pero, ¿de ida a dónde?

Lo más probable es que sigás leyendo estas palabras por inercia (los dos sabemos que no te preguntaste porque seguirías leyendo) y, por si acaso, no es que tenga nada en contra de la inercia, simplemente la veo como una fuerza física que está fuera de mi alcance, no tengo ningún tipo de “control” sobre ella.

De la inercia solo podemos ser víctimas, [de la inercia so consecuencia caballero], entonces si nuestra vida es una inercia de todo lo que pasa en un entorno que gira a mil, nos pasaremos la vida siendo una consecuencia, una consecuencia de las modas, de las tendencias, de los hashtags, de las marchas, de las no marchas, seremos como me decía mi mamá: “un papelito al viento”.

Inercia: “Incapacidad que tienen los cuerpos de modificar por sí mismos el estado de reposo o movimiento en que se encuentran.”

Si llegaste aquí porque viste un video en Facebook, o porque alguien compartió esta nota, o porque te llego un correo mío, entonces has sido víctima de la inercia.

El objetivo de esta nota es detenernos juntos para dejar de ser víctimas de la inercia por un par de minutos y que estas palabras te sirvan de inspiración para crear tu propia inercia.

Para mí la inercia es lo que nos pasa, son los políticos corruptos, la cultura, los malos hábitos, las malas noticias, la contaminación, etc. La inercia representa todo aquello que viene pasando hace cientos y miles de años en la humanidad.

Somos víctimas de la inercia desde el momento en que nacemos, llegamos y recibimos un par de nalgaditas de bienvenida al mundo de la inercia, con una madre que no sabe porqué está pariendo y unos doctores que estudiaron medicina porque “la medicina da plata y los doctores son un buen partido”. ¡Vaya inercia!

Y esas son las consecuencias de la inercia, que nos vuelve incapaces de modificar, de crear, de cambiar el orden establecido en busca de soluciones más simples, la inercia es ineficiente porque no se cuestiona, simplemente se mueve porque un buen día empezó a moverse y ya no puede parar. 

Entonces, ¿cómo pretendemos innovar nuestras empresas, eliminar la burocracia de las organizaciones privadas y estatales si seguimos metidos en la poderosa inercia del sistema?

Por otro lado abstraernos del impacto de una inercia milenaria es imposible ya que de una u otra manera estamos en contacto con ella.

¿Entonces cuál es el camino?

Pienso que todos somos capaces de crear nuestra propia inercia, pequeña, no muy intensa al principio, pero profundamente consistente, cargada de sentido, de valor, basada en decisiones más conscientes, más estratégicas, cuestionando más seguido nuestras acciones, desde las más pequeñas como porqué leer esta nota, hasta las más profundas como porqué sigo trabajando en esta empresa.

Sentir más seguido, las alertas de nuestro entorno, las conversaciones con nuestra pareja, nuestros colegas, clientes, así vamos desarrollando una mayor capacidad de observar la inercia, identificarla, sonreír cuando presenciamos uno de sus automatismos sin sentido y a partir de esa presencia comenzar a tomar nuestras propias decisiones y cuando menos nos demos cuenta nos sentiremos más coherentes, más auténticos, más valiosos en nuestras familias, empresas, país, porque nuestras pequeñas decisiones comienzan a generar una inercia más saludable, más atractiva y más coherente.

“Un hombre siempre tiene dos razones para hacer las cosas: una buena razón y la verdadera razón”

– JP Morgan